MESIANICAMENTE ASTURICA?

Hacia tiempo que no me permitía el lujo de disfrutar de mi tierra ancestral. Asturias. Aunque nacida en otra región, si a mi organismo le hicieran una investigación encontrarían que sus células madres son básicamente asturianas.

Y mi sangre lo sabe. El cruce del Puerto de Pajares, con sus agrestres montañas, sus verdes valles y acantilados, me produce una sensación de vuelta a casa. La piel se me eriza y el corazón se calma latiendo a otro ritmo.

Pasando el Negron, solo existe mi yo más intrínseco. Solo yo. Ni familiares, ni trabajo, ni problemas. Todo eso no cruza la frontera de los Barrios de Luna.

Y antes de enfilar los diez túneles que me llevaran a mi destino. Un segundo de tiempo para un resoplido cínico al cruzar el puente del ingeniero. No es que se llame así, no. De hecho lleva el nombre del propio ingeniero (resoplido interno) ¿Con la belleza del paraje en el que está situado no había otro nombre?

Luego ya, mi puerto, mis paredes, mis cumbres inmensas, que en días nublados impiden ver el final. Donde las piedras y el cielo se juntan.

Admiración al pasar por las viejas vías férreas mineras de Avilés. Admiración hacia esas gentes que años atrás luchaban sin descanso, para arrebatarle a las entrañas de la dura tierra, el mineral que era la base y sustento de la economía de Asturias. Hoy día sustituidas por esas centrales térmicas.

- Mira mama. Mira, donde se fabrican las nubes-. Me dice uno de mis corazones, al ver el humo blanco de las enormes chimeneas.- Sonrio con pesar. Quizá sea mejor esperar otro momento para explicarle que no son nubes.