Sabiendo caminar







Una familia desembarca en un aeropuerto, tras un vuelo de doce horas. Si ya para un adulto supone un cansancio enorme, estar 12 horas encerrado en un avión ( quién no lo haya probado nada se pierde), imaginar lo que puede suponer, hacer ese viaje con la compañia de dos niños.




Acabas hasta las brevas.




Y no acaba con la llegada a la terminal, tras haber pasado por el último suplicio que supone recoger tu equipaje en la cinta, y haber soportado la pertinente cola en la aduana. No, aún has de hacer ese último pequeño viaje desde el aeropuerto hasta tu domicilio.




Rezas, para que ese familiar que te ha ido a buscar, hay aparcado cerquita en esa inmeso parking del aeropuerto.




Rezas, para que no haya atasco y ese último viaje se demore lo menos posible.




Por lo que no rezas, es para que nada más salir por la puerta de la terminal, te empotren un micro en plena cara, y te hagan preguntas, cuando menos, estupidas, sobradas de inteligencia, basadas en irrealidades inexistentes, que no tienes ganas de contestar, y que además, tienes por norma no contestar.




¿ Porqué el paparazzi de turno insiste? No es la primera vez que hombre y paparazzi se ven las caras. Tal es la insitencia del paparazzi a preguntar como la del hombre a no contestar.




Se da lugar a una especie de baile, coordinado por las veces que los integrantes de la familia se han visto obligados a repetir.




El hombre con uno de sus menores de la mano, echa el brazo hacia atrás, relegando a la menor a un segundo plano, a la par que la mujer, dos pasos atrás y con un bebé en brazos, alarga su mano libre para agarrar a su otro vastago.




El hombre avanza para separarse de su familia. Si el paparazzi, solo le incrusta el micro a él, tan sólo será un retardo más en la conclusión de su largo viaje.




Entre el murmullo de la gente que viene y va por la terminal, el hombre escucha claramente la desarcertada pregunta, mientras sus gafas oscuras esconden su colérica mirada.




Y ahí está el dueño del micro, con el brazo extendido hacia el rostro del hombre, y en su mirada...




¿ Un atisbo de ilusión a que la pregunta le sea contestada?




El hombre alargando la mirada por encima del paparazzi, suspira y dice:




-vas a acabar en el suelo...


- ¿Es eso una amenaza?




tras menos de dos minutos, y cuando el paparazzi, ha dado con sus augustas posaderas en el suelo al tropezar con una papelera, el hombre le responde




-No, sólo un aviso de lo peligroso que es caminar hacia atrás...

Diría que cada quien logró su objetivo, el paparazzi, consiguió una respuesta a una de sus preguntas, y el hombre no perder los papeles.












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