Saliéndome poseedora de ese billete para un segundo viaje a través de ese mar embravecido con el que el destino hace ya un tiempo tuvo a bien obsequiar sin permiso previo.

Nos nos apetece nada embarcarnos en su nave sabiendo como sabemos ahora, que no va a ser un viaje por pacificas olas. Pero si mi espíritu se revela no es por embarcar, aunque en un momento dado sintamos ese nudo en las entrañas al ver como el calendario avanza y avanza, y nada lo detiene, lo cortos que algunos días se nos hace. Sabemos que vamos a llegar al puerto del otro lado, y que en su perversidad va a ser ahí, una vez en el puerto de llegada, cuando mas notemos el efectos de las olas embravecidas.

Y va a ser en ese momento, donde creo que va a estar la diferencia. Sabiendo que nada hay que podamos hacer físicamente, tan solo queda dejarnos llevar, dejar que se vaya, y cuando se haya ido, darle una buena patada en los morros.

No, no nos vamos al encuentro de ningún Valhalla, y Bragi se puede ocupar en dar la bienvenida a otros guerreros, que esta que suscribe aun no le piensa ni hacer una mera visita de cortesía.

Tan solo pido, que me de tiempo a dejar en orden toda ese lista de propósitos, no porque pensemos que desde el Valhalla no vayamos a poder, si no porque al regreso de ese segundo viaje, queramos emprender otros propósitos bien distintos.

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